¿Te has dado cuenta alguna vez de que vives entre contradicciones? Es extraño, pero así estamos hechos. Somos capaces, al más puro estilo del doblepensar orweliano, de vivir con relativa tranquilidad sosteniendo al mismo tiempo ideas que se contradicen. Y aunque la coherencia es algo deseable, que ayuda a tomar decisiones y mantenerse en paz con uno mismo, estoy bastante segura de que la coherencia total es imposible. Al menos en este mundo en que vivimos.
Tal como yo lo veo, en el delicado arte de no tomarse la vida tan en serio, reconocer y perfeccionar estas “cosillas” (como lo de contradecirse cada dos por tres), siempre ayuda a mantener la paz.
Ese es uno de los deseos que más me dominan: mantener la paz, el equilibrio interior. Un rasgo de mi personalidad que se ha hecho muy evidente en los últimos tiempos y que, si te pareces un poquito a mí, también estará manejando los hilos de tu conducta.
Hay gente que no teme discutir, que no rehuye enfrentarse, que incluso lo busca. Pero yo escapo de los conflictos como una liebre que, moviendo la naricilla con ojos de loca, puede avanzar tres metros de un salto y hacer fintas imposibles para confundir a su perseguidor; como Houdini saliendo, con una camisa de fuerza, de una caja fuerte arrojada al mar, cargada de candados y cadenas. Escapismo puro y duro.

¿Qué sacrificios exige mantenerse en paz con uno mismo?
Cada vez lo hago menos, es verdad. Voy siendo más consciente de que una diferencia de opiniones no implica una discusión: al fin y al cabo, siempre he sido tan buena diplomática como escapista (en el fondo es un poco lo mismo, ¿no?). Y he ido comprobando que el cariño de los demás, su deseo de estar conmigo, no depende una mierda de cuántas veces les lleve la contraria o cuántas les dé la razón. Con un límite, claro, no vayas a estar todo el día llevando la contraria por sistema…
No sé si fue antes el huevo o la gallina, igual que tampoco sé si fue antes mi deseo de mantener la paz o mi miedo a ser rechazada, a verme separada de la gente que quiero. Y en el espacio entre esas dos cosas, pulula mi mayor contradicción, como un monstruo horripilante con muchos ojos y muchos pelos.
A ver si esto te pasa a ti también:
- Dices “sí” cuando tu vocecita interior está gritando “¡no, no, nooo!”.
- Das prioridad a mantener la paz con el otro, aunque eso implique no decir lo que piensas o hacer cosas que no te apetecen.
- Más a menudo de lo que te gustaría, vas en contra de tus deseos para no entrar en conflicto con otras personas.
- Sigues intentando agradar a todo el mundo, aunque sepas que es im-po-si-ble.
Si te has reconocido en algún punto, echa un vistazo por ese berenjenal en el que te has metido, que por ahí ando yo también. Es cierto que tengo un pie fuera, pero el otro aún sigue dentro, atrapado entre las berenjenas.
Lo cierto es que mantenerse en paz con uno mismo, no exige ninguno de estos “sacrificios”, sino liberarse de algunas contradicciones.
«¡Mira, mamá! ¡Una contradicción como la copa de un pino!»
Cuanto más rehuyo el conflicto con los demás, cuanto más les sigo la corriente para mantenerles cerca, más me alejo yo. Si tus planes me horrorizan pero los acepto para para no llevarte la contraria, llegará un momento en que no conteste tus llamadas. Si actúas de una forma que me molesta, pero no te lo hago saber para no discutir, dejaré de quedar contigo. ¿Entiendes?
Lo que hago en contra de mi voluntad porque creo que nos mantendrá más unidos, lo que callo porque siento que podría disgustarte, nos separa. La estrategia es un fiasco imposible de sostener en el tiempo. Y esto ya me ha pasado. Escudándome en la idea de que todo aquello que me hiere o me daña tiene que ver conmigo, he dejado a la otra persona totalmente excluida de este proceso.
Habiendo parte de verdad en esta forma de pensar, no podemos dejar sobre la espalda de uno solo el peso de la relación que concierne a dos o más personas. Porque no, no estamos solos en el mundo. Lo justo es dar al otro el mismo derecho a trabajar y mejorar la relación: hacerle partícipe de tus sentimientos y de lo que te sucede.
A partir de ahí, que cada uno se responsabilice de su parte y tome sus propias decisiones.
No puedes callar durante meses o quizás años, pensando que todo depende de ti. Dame la oportunidad de hacer planes distintos o actuar de otra manera, porque para mí no es importante; no tanto como que me respondas al teléfono, no tanto como que sigamos viéndonos, porque me aportas muchas cosas.
Y por supuesto, tampoco te pases al extremo contrario: no hagas que todo dependa de mí. Nuestra relación es una forma de colaboración y, aún sabiendo que no puede ser perfecta, hacerla lo mejor posible es un experimento conjunto.
Ni escapista ni kamikaze
Quizá sea una desequilibrada del equilibrio (¡oh!), pero el punto medio es el que mejor acceso brinda a todos los extremos. No huyas constantemente de ti mismo y de los demás, pero tampoco te empeñes en atravesar un muro a cabezazos. Mantenerse en paz con uno mismo pasa por mantenerse en paz con el otro, pasa por enterarse de qué es la asertividad y situarse en ese medio entre la pasividad y la agresividad. Ni escapista ni kamikaze.
Estoy de acuerdo en que cada uno de nosotros es responsable de la interpretación que hace de la realidad, de los hechos, de lo que sucede. Estoy de acuerdo en que lo que no nos gusta de los demás nos está queriendo decir algo sobre nosotros mismos. Pero creo que en el proceso de construir relaciones, es imprescindible involucrar a los demás en nuestros conflictos. Sin rabia, sin culpa, sólo con el deseo de hacer saber al otro, de comunicarse de verdad. Y también de dejarse ayudar, por qué no.
Ni silencio obstinado ni lucha en el barro: diálogo como espacio neutral libre de egos, donde detenerse a escuchar y crear nuevas soluciones, nuevos puntos de vista.
Y este modelo dialógico (si me permites el palabro), tan contrario al paradigma de “sólo hay una respuesta correcta y es la mía” con el que nos han cebado cual ganado destinado al matadero, va a exigir aún más esfuerzo que el que hacías para comerte los marrones tú solito.
Así que más nos vale empezar ya.
Hola,
Pienso que mantener la paz con uno mismo es algo muy sencillo, Simplemente no debemos compararnos con los demás.
Solo perdemos nuestra paz mental y de vida cuando comenzamos a observar lo que otros tienen y nosotros no tenemos.
Únicamente tenemos poner nuestros esfuerzos en lo que queremos lograr. Nuestro éxito exterior está escondido en nuestra paz interior, así que nunca debemos estar agradecido y mantenernos satisfechos con lo que tenemos.
Un saludo,
Buenas Anina:
¿Qué tal?Yo antes era muy de complacer a todo el mundo , pero bueno llega un momento que te cansas. En este momento de mi vida estoy conociendo gente con la que se puede conservar. que evita los conflictos, en definitiva, gente que habla mi mismo idioma. No sabes lo que me esta ayudando a nivel personal, hay mucha gente bonita.Entre ellos Pablo y tú, que suerte descubriros.Un besote!
Es muy agradable leerte, quizá un aporte, otra perspectiva: la Verdad es un invento muy útil, pero de nada sirve entre las personas… seria describir el mundo en blanco y negro, posible, pero incompleto… por eso cada verdad y cada mentira buscan juntas un acomodo… nunca se alcanza el extremo del eje… nunca llegaremos a la Verdad absoluta y no se puede vivir en la Mentira absoluta, pero de ambas tomaremos. Mentimos cada día porque sino seria imposible la convivencia, el arte, el teatro, la literatura… todo es mentira pero sin ellos enloqueceríamos, nuestra mente nos engaña constantemente pero saberlo lo compensa y nos enriquece… La ciencia es una lucha continua contra la Verdad de lo establecido, ese es el mal, fijar lo establecido, toda mentira fue antes una verdad, toda verdad fue antes una mentira… y en esas estamos … Calderon lo expreso mejor, remito a el humildemente…
Saludos Anina.
Qué maravilla de comentario, Ignacio. Nada que añadir, salvo ¡gracias!
Bonus de valor para el post, +10 🙂
¡Un abrazote!
Anina, te echaba de menos. Este post me ha picado, sí. Qué le vamos a hacer. Yo soy escapista. Ya lo sabía, y ya estoy en ello. Este artículo me lo guardo para leerlo otra vez en otro momento, lleva puntazos que me hacía falta tener en cuenta. Gracias guapa, mucho ánimo. Te sigo la pista! 😉
¡Hola, Roci!
La verdad es que yo también te echaba de menos, os echaba de menos. Y me alegra infinito ir reconociendo caras, como quien se va reencontrando con viejos amigos. Gracias por venir a verme y saludar y quedarte para darme un abrazo.
Entre escapistas nos entendemos 😉
¡Un abrazo enorme y nos vemos entre las berenjenas! ^^
Yo me he sentido muy identificado con el texto aunque curiosamente he hecho el camino contrario. Mi forma de ser siempre me ha invitado a decir lo que pensaba, de ser claro, demasiado tajante en demasiadas ocasiones y de perseguir hacer siempre lo (que yo creía) justo.
Y ahora me veo remando en dirección contraría a ti aunque supongo que con ganas de alcanzar lo mismo, la paz. Porque al final, con los años, te das cuenta de que puedes disfrutar con alguien aunque no opine como tú o incluso puedes recordarte a ti mismo sosteniendo la opinión contraría a la que mantienes ahora.
Además querer hacer lo que tú quieres te lleva a tomar decisiones, tomar decisiones te lleva al liderazgo social y el liderazgo social te lleva a la responsabilidad. Y es muy cansado ser siempre el que tiene la responsabilidad de un grupo aunque sea pequeño.
Por eso me identifico con el texto y por eso remo en dirección contraría. Porque la vida se trata de ir evolucionando. Y porque hace años que me di cuenta de que Aristoteles, cimiento del pensamiento occidental, y Buda, que tanto influyó en el pensamiento oriental, llegaron a la misma conclusión; en el termino medio está la verdad.
Un saludo. Disfruto muchísimo con tus textos.
¡Hola, Diego!
Yo he disfrutado muchísimo con tu comentario. Me encanta tener la oportunidad de asomarme a la experiencia de alguien que está haciendo el camino opuesto. Y también me encanta esa contradicción maravillosa de que, para llegar al mismo punto, dos personas tengan que caminar en direcciones contrarias.
Muchísimas gracias por compartir por tu experiencia y aportar más luz y valor a este post. Muchas veces tengo la sensación de que lo mejor de mis publicaciones no son los textos en sí, sino los comentarios: los diálogos que se generan, los puntos de vista, las vivencias personales. desde luego, para mí son lo más enriquecedor (supongo que porque todo lo que cuento ya me lo sé, pero lo que contáis vosotros no).
¡Un abrazo enorme! ¡Te veo en el medio! 🙂
Totalmente escapista! una actitud nada positiva y que me ha llevado a llevar una vida que no quiero y a empezar a ser todo lo contrario, una kamikace total. Aquí una lectora en busca del dichoso equilibrio que me lleve a La Paz interior y me aleje de la frustración.
Muy buen post, me encanta leerte!
¡Hola, Susana!
Muchísimas gracias por venir y leer y pensar y quedarte y contarme 🙂
La verdad es que en los últimos tiempos, me he dado cuenta de que a veces me pasa eso mismo que comentos. De renegar tanto de la escapista, he detectado ciertas tendencias kamikazes. Supongo que es como cuando estiras mucho una goma y, al soltarla, sale disparada en la dirección contraria.
Si encuentras el equilibrio, cuéntame dónde está y voy hasta allí hacerte una visita ^^
¡Un abrazote y mil gracias de nuevo!
¡Escapista! Como siempre, has dado en el clavo, e incluso metido un poco el dedo en la llaga… Gracias por hacernos reflexionar contigo. Como siempre, es un gustazo leerte.
Bienvenida al club de las escapistas, Celi 🙂
Gracias a ti por venir aquí con la mente abierta y sin armaduras, dispuesta incluso a dejar remover tus heridas. Y, como siempre, muchísimas gracias por esa gigantesca generosidad que me demostráis cada vez que consideráis que merece la pena dejar un comentario para ayudarme a seguir.
¡Un abrazote!
Perdón, es: en el mejor tiempo posible jeje
Me llega en el menor momento posible este comentario! Todo es perfecto!
Gracias!!
Un saludo muy especial 🙂
Muchas gracias a ti por hacérmelo saber, Claudia. Esas son las cosas que dan sentido, semana a semana, a esta cosa aparentemente absurda de ponerme frente al ordenador para contar lo que pienso y cómo me siento.
¡Un abrazo enorme para ti y que encuentres el equilibrio! 🙂
Soy claramente escapista, rehuyo el conflicto siempre que puedo, no me gusta discutir y veo con distancia que para muchos llevar la contraria es la razón de su existencia, allá cada cual. Una cuestión primordial es saber porque merece la pena discutir, qué cambia, a dónde nos conduce, seguro que casi todas las discusiones son por motivos banales y en las relaciones por desgaste, ese desgaste que hace que seamos menos indulgentes.
En lo más personal te diré que ese entendimiento de hacer y callar, de ser conciliador y tratar de hacer la vida más fácil, de no levantar la voz, de ser pasivo (no siempre), no me causaba malestar interior en el sentido de cabreo, pero ese posicionamiento me mantuvo durante muchos años en una relación en la que dejaba de ser yo mismo, me anulaba. Y me doy cuenta ahora que llevo ya unos años libre que soy otra persona, el que siempre había sido y no se atrevía a salir. Soy feliz. 😉
Creo que el mayor triunfo del escapista es llegar a ese punto, a esa comprensión. Y el mayor peligro al que se enfrenta, precisamente ese otro que mencionas: el del sometimiento. Huimos del conflicto como de la peste y, precisamente por eso, tememos a la separación. A entrar en el mayor conflicto posible con el otro y con nosotros mismos: el de decir “adiós”.
Afortunadamente, aprendemos, mejoramos, cambiamos, volamos, nos reafirmamos y, al final, sacamos el valor para ser nosotros mismos de una puñetera vez.
Gracias como siempre por traer tu sabiduría y tu experiencia.
Un abrazo nada escapista 🙂
Sincericida, que no sé si es peor…
Bonito palabro 🙂
Ay asertividad, esa palabra tan fácil de leer y tan dificil de aplicar! He leido tu post con una atención de la que cuesta encontrar en esta era de notificaciones e interrupciones constantes, y que aparece cuando sabes que lo que has leido ha conectado mucho con una situación que te ha tocado muy de cerca
Mi última relación creo que ha cumplido todos y cada uno de los extremos indeseables que aqui mencionas…una persona que calla por rehuir el conflicto, y que las pocas veces que se atrevía a hablarlo abiertamente, se encontraba con un kamikaze al que daba igual lo que dijera e intentara expresar el otro, sólo habia una versión de los hechos y era la que nacia desde su ego
Aunque ahora ya es tarde, me gustaria saber tu opinión sobre como abordar conflictos con kamikazes que no ven más allá de su visión y sus hechos, con gente que ve el diálogo, no como una oportunidad de descubrir la verdad que la otra parte intenta expresar, sino como una escena de lucha donde sólo puede haber vencedores y vencidos
Me alegra ver que entre tus escapadas montescas y tu vida de copiraiter has encontrado un espacio en el que retomar tu sano hábito de escritura bloguera 🙂
Un abrazo
Querido V (de Vendetta):
En esta era de notificaciones e interrupciones constantes, entre muchas otras cosas, me ha costado encontrar un pequeño remanso de paz para pensar y sentarme un ratito contigo para charlar sobre esto.
Verás, lo que veo tremendamente complicado para tratar con los kamikazes es que no les importa morir o matar. Son suicidas. Pilotan un avión cargado de bombas y se han ofrecido voluntariamente para hacerlas detonar. Estar con un kamikaze es como pasear por un campo de minas: pero eso no hace falta que te lo cuente yo, por lo que veo.
Si en ningún momento, bajo ninguna circunstancia, ni aún cuando el momento de calentón ha pasado, antes o después de la explosión, el kamikaze es receptivo a valorar otra versión salvo la suya, es una batalla perdida. Sencillamente, no hay forma de abordarlo. Dará igual lo bien que lo hagas, lo respetuoso que seas y el cariño que le pongas. Es imposible que alguien que no quiere cambiar valore ideas diferentes a las que ya tiene, es imposible que alguien que siempre quiere ganar admita que no tiene razón o que ha reaccionado con una desmedida “violencia”.
Lo que yo intentaría es acudir a la raíz del conflicto principal, a la madre de todos los conflictos, que es precisamente esa imposibilidad en la comunicación. Probablemente, el kamikaze ha interiorizado que la mejor defensa es un buen ataque y que toda opinión contraria a la suya es, también, un ataque ante el que desencadenar el arsenal defensivo. El kamikaze también sufre, también es esclavo de ese comportamiento, no es libre de elegir como responde, sino que reacciona a lo bestia.
Si eres capaz de hacerle ver eso, será muy muy prometedor. Sin embargo, y ya que hablamos de un ego desatado, lo más probable es que a ti no te quiera escuchar (si no me los conociera yo…). Así que tendrás que hacer la maniobra un poco más complicada todavía e introducir la semilla del cambio con un podcast, un post, un vídeo… algo estratégico (un Borja Vilaseca, por ejemplo). Y si entra bien, aprovechar la rendijita.
Ahora, que si el kamikaze no quiere dejar de serlo, no comprende el sufrimiento que implica para sí mismo y además le da igual el destrozo que te hace a ti… Sólo queda plantear hasta qué punto te compensa seguir siendo una diana humana.
¿Cómo lo ves?
Un abrazo enorme y gracias por todas las implicaciones maravillosas que tiene el que me hayas dejado este comentario. ¡Espero que no te hayas cansado de esperar y leas la respuesta! ^^