Hoy no quiero ser filósofa ni copywriter, no voy a ser sabia ni viajera, ni respetaré los principios de redacción que enseño en mis cursos. Hoy no busco ser leída, sino ser escritora.
Creo que ahora comprendo esa angustia, esa necesidad casi dolorosa de escribir para sacar algo que está luchando por salir. Hasta cuando ni siquiera sé lo que es. Y cada vez que sucede me pregunto por qué: ¿qué es ese deseo tan urgente de comunicarse? ¿Por qué se te instala en el cuerpo y no te deja descansar? ¿Por qué solo funciona cuando las palabras quedan escritas?
Si sirve como respuesta a todas estas preguntas, preguntas que no necesitan de respuesta, he vuelto a darme cuenta de que necesitamos las palabras de otros para saber lo que está sucediendo dentro de nosotros mismos. Así de poderosas son… Son llaves, dan acceso a portales interdimensionales, a partes ocultas de la realidad, a la cueva de los cuarenta ladrones o a las minas de Moria. Son capaces de extraer lo intangible del interior de alguien y hacerlo despertar dentro de otro ser humano. Como si el sentimiento se hubiera teletransportado, como si pudiera viajar por el espacio.
Ser escritora es una ballena azul de doscientas toneladas
Mi deseo de ser escritora siempre ha sido vivo e inmenso, ha nadado por montones de cuadernos desde que era una niña, saliendo a respirar a la superficie de vez en cuando, como una ballena azul de doscientas toneladas.
Era un deseo secreto, como todo lo que escribía. Y hace unos días me encontré con él en una agenda escolar, fechado desde 1999 del puño y letra de una adolescente de 14 años. Ella pensaba que a nadie le importarían semejantes desvaríos. Era demasiado vergonzosa e insegura para mostrarle a nadie lo que salía de sus manos. Pero aún así, no podía evitarlo: TENÍA que hacerlo. Y fue llenado páginas enteras con sentimientos tan oscuros e intensos que hasta a mí me asustan. Me asustan y me enternecen.
Ella quería ser escritora. Pero pensaba que no podía. Porque hay gente tan buena, con tanto talento, tan auténtica, capaz de hacerle sentir tantas cosas… Pero el hecho de escribir, eso seguía sin ser una elección: eso, como ya he dicho, siempre fue una desesperada necesidad. A veces también era un placer maravilloso, una forma de ordenar las ideas o la única salida para sacar algo limpio y claro de algún suceso doloroso.
Cuando pasaba ya de los 25, decidió mostrar al mundo la cola de la ballena, pero dejó el resto sumergido. Los escritos se volvieron filosóficos, prácticos, útiles, la mantenían a salvo de mostrar la piel más fina y delicada, la parte blanda y vulnerable. Empujaba los sentimientos oscuros hacia el fondo, evitaba salir los días de tormenta y nunca se acercó a una playa tanto como para que fuera peligroso.
Y ahora, a los 32, quiero dejar de jugar al escondite.
*[Nota desde el futuro: A los 35, mi querida niña avergonzada, habrás publicado ya estos dos libros].
La fantástica máquina empática
Siempre me entusiasmó la idea de una máquina que pudiera conectar a dos personas (o más) y hacer sentir a una de ellas exactamente lo mismo que estaba sintiendo la otra. Me imaginaba una serie de cables y electrodos uniendo las dos cabezas para que no fuera necesario explicarse. Siempre se me han dado fatal las discusiones en voz alta: se me atragantan las palabras, se me hace un nudo en la laringe, me atacan las ganas de llorar o se me atraviesa el ego y ya no hay manera. Sería mucho más fácil discutir escribiéndose cartas.
Lo ideal sería no discutir jamás, claro. Ni en voz alta ni por escrito, pero aún nos falta para llegar a ese punto.
Después comprendí que la fantástica máquina empática no funcionaba en tiempo real ni tenía cables de colores. Aquel fabuloso vehículo capaz de transportar sentimientos de un ser a otro era la escritura. Incluso me di cuenta de que si era capaz de ver con claridad el interior de otro humano, podía trasladar sus sentimientos aunque no fuesen los míos. Y una teoría empezó a apuntar hacia aquellas preguntas sin respuesta.
El escritor es la máquina, el aparato de rayos-X, capaz de descifrar y reproducir el código que desata un misterioso impulso eléctrico. El impulso que conduce a las lágrimas o a la sonrisa. Al amor o al odio. Al horror o a la belleza. Al miedo o la alegría. Al escalofrío. A los músculos del rostro.
¿Así que quieres ser escritora?
Las trescientas palabras con las que concluye este post no son mías, sino de Charles Bukowski. Un escritor. Un proyector. Una lente. Uno de esos tipos que liberan a la ballena como quien libera a Godzilla. Y a través de sus palabras me hago responsable de las mías. Me hago responsable de lo que implica ser escritora y lo que va a costarme.
Estoy de acuerdo con algunas de estas palabras y con otras, no tanto. Por eso mismo tiene sentido: porque la fantástica máquina empática también existe para que pensemos en cosas que nunca hemos pensado.
Si no te sale ardiendo de dentro,
a pesar de todo,
no lo hagas.
A no ser que salga espontáneamente de tu corazón
y de tu mente y de tu boca
y de tus tripas,
no lo hagas.
Si tienes que sentarte durante horas
con la mirada fija en la pantalla del ordenador
o clavado en tu máquina de escribir
buscando las palabras,
no lo hagas.
Si lo haces por dinero o fama,
no lo hagas.
Si lo haces porque quieres mujeres en tu cama,
no lo hagas.
Si tienes que sentarte
y reescribirlo una y otra vez,
no lo hagas.
Si te cansa sólo pensar en hacerlo,
no lo hagas.
Si estás intentando escribir
como cualquier otro, olvídalo.
Si tienes que esperar a que salga rugiendo de ti,
espera pacientemente.
Si nunca sale rugiendo de ti, haz otra cosa.
Si primero tienes que leerlo a tu esposa
o a tu novia o a tu novio
o a tus padres o a cualquiera,
no estás preparado.
No seas como tantos escritores,
no seas como tantos miles de
personas que se llaman a sí mismos escritores,
no seas soso y aburrido y pretencioso,
no te consumas en tu amor propio.
Las bibliotecas del mundo
bostezan hasta dormirse
con esa gente.
No seas uno de ellos.
No lo hagas.
A no ser que salga de tu alma
como un cohete,
a no ser que quedarte quieto
pudiera llevarte a la locura,
al suicidio o al asesinato,
no lo hagas.
A no ser que el sol dentro de ti
esté quemando tus tripas, no lo hagas.
Cuando sea verdaderamente el momento,
y si has sido elegido,
sucederá por sí solo y
seguirá sucediendo hasta que mueras
o hasta que muera en ti.
No hay otro camino.
Y nunca lo hubo.
(¿Así que quieres ser escritor?)
Anina, gras escuchar una entrevista tuya en Vivir al Máximo has logrado que quiera leer tus libros… y mucho más, has conseguido que siga pensando que escribir y comunicar es lo mejor del mundo. Desde pequeña escribir ha sido una necesidad y luego se ha convertido en una terapia personal que me ha sacado de grandes problemas. Escribo de todo, desde informaciones hasta poesía. Me gusta leer y escribir, creo que ese es mi único arte…. Aunque esta pandemia me ha arrinconada en un ERTE, que tal vez se convierta en un despido definitivo, lo que me ha quedado claro es que me gusta escribir, de lo que sea y en el soporte que sea. Has sido una gran inspiración y te seguiré de cerca para seguir alimentando mi arte. Muchas gracias por guiarme con tu luz clara
Muchísimas gracias por tu comentario, Carmeta; tan lleno de luz y de optimismo como tu has visto en mí. De hecho, creo que esa luz de la que hablas, es sólo un reflejo de la tuya. Agradezco que hayas dedicado tiempo a escucharme, a leerme, a entenderme y a encontrarte a través de mis propias vivencias. Esa es la Magia, ¡esa es la fantástica máquina! Y nunca deja de hacerme regalos ni de sorprenderme. Te animo a seguir escribiendo, a ofrecer lo que escribes (como bien has dicho, en el formato que sea, a quien sea… sólo dejarlo salir). No te niegues esa oportunidad: crea un blog, haz de tus redes sociales el altavoz de lo que eres, atrévete a salir a respirar 🙂
Respecto a los libros, «Expedición Cabo Norte» se puede encontrar en cualquier librería, además de en Amazon y plataformas digitales. Pero si quieres un ejemplar de «Las siempre y cuatro», los vendo yo personalmente (no tengo distribuidora); la parte buena es que… ¡los envío dedicados! Estoy segura de que este último especialmente te animará y te ayudará en tu proceso de liberar a la ballena ^^
¡Un abrazo enorme y gracias de nuevo!
Anina.
BRUTAL!!! ¡Qué maravilla de blog! me fascina tu manera de comunicar
Muchísimas gracias, Silvia. De todo corazón 🙂
Me ha encantado esta entrada. Hace siglos escribía cuentos y no escribía a menos que saliera con la fuerza de un escupitajo o desde un sentimiento primitivo (como el odio)
Para muestra un botón : escribo “Pazuzu” un cuento pequeñito que da auténtico terror.
Besos Anyway!
Querido Fran, ¿cómo estás? Aquí me tienes, contestando comentarios de 2018, jajaja. En fin… ¿te crees eso de que más vale tarde que nunca? Espero que todo vaya bien. Imagino que sí porque recibo regularmente mi correspondencia de «El Chico Turquesa». ¡Un gran abrazo terrorífico! Y por muchos cuentos más.
¿Como es posible que haya estado sin leer algunos post de un blog tannnn maravilloso, tan solo porque no me hayan llegado actualizaciones de nuevas entradas?
Te lo he dicho, te lo digo, y te lo diré…
Eres maravillosa, mi escritora favorita!!! Y en mi tendrás una lectora fiel con cada libro que publiques, y cada empujóncito que necesites para alcanzar tu sueño.
Un abrazo
Silvia
Querida Silvia. Aquí estoy, en la Alpujarra granadina, respondiendo comentarios antiguos por impulso… Quizá no tenga mucho sentido, pero quizá sí… Desde que me dejaste este comentario han pasado muchas cosas. Publiqué otro libro («Las siempre y cuatro») y nos conocimos en la presentación de «Expedición Cabo Norte», en Sevilla. Justo ahora estoy bien protegida con una de esas maravillosas cremas solares que me llevaste como regalo. Tú, siempre generosa. Y siempre ahí, hasta cuando no estás. Fue precioso conocerte. ¡Ojalá volvamos a encontrarnos!
Hola Anina!
Me ha encantado tu artículo, esa llamada a la transparencia y a escuchar nuestras “tripas” me parece imprescindible en el mundo de constantes máscaras donde nos movemos…
Esta misma mañana, mientras viajaba en metro, sentí que necesitaba escribir poesía para grabar aquel instante y hacer de él algo más intenso.
En mi caso la escritura siempre ha sido una balsa de rescate, una puerta hacia mí misma y la única forma de reconocerme sin excusas ni complejos.
Gracias por tus letras, un abrazo
Sara
Hola, Sara, ¿cómo estás? Aquí me tienes, tres años después, respondiendo comentarios por impulso. Quizá porque estoy pensando en volver al blog y he sentido que es triste que haya comentarios tan bonitos como el tuyo sin respuesta. No sé siquiera si llegarás a leer esta respuesta, pero en cualquier caso, quiero darte las gracias y devolverte ese abrazo que me enviaste en su día y quedó aquí guardado para siempre.
Hola Anima
Joder me ha encantado 🙂 las 300 últimas son un revulsivo, cuánta verdad, necesitaba un montón leer algo así para tomar decisiones en vida, no solo aplican pa la escritura, creo que casi para cualquier cosa que hagas.
Gracias!!!
Un abrazo Rocío
Que bonito leer cosas tan bellas, siempre he admirado a las personas con tanta facilidad para escribir cosas bonitas, pero Dios no me ha dotado a mi para eso, siempre me ha gustado leer lo de otros pero para escribir no estoy dotada, no tengo esa imaginación que veo en tantas personas.
Un saludo y gracias
¡Hola, Rosi!
La escritura no es sólo un talento innato: es como un músculo que se ejercita, evoluciona, funciona mejor cuanto más lo alimentas. Y la forma de alimentarlo es, por supuesto, leer y escribir.
Todo el mundo tiene algo que decir. Sólo tenemos que encontrar la forma en que nos resulta más fácil dejarlo salir.
Muchísimas gracias a ti y un abrazote.
¡Hola, Rocío!
Ese “joder” es una de las cosas más bonitas que me han dicho en mucho tiempo ^^
Muchísimas gracias a ti y ya sabes, cuando dudes, pregúntale a Bukowski, que no se va a callar nada, el jodío.
¡Un abrazote enorme y muchísimas gracias por estar ahí!
Que chulo! Me siento identificada… nunca he querido ser escritora conscientemente pero siempre he escrito en mi diario y luego releyéndolo veo que he escrito cosas bonitas y profundas que podrían servir de inspiración a alguien. Y pienso: podría compartirlo. Pero también pienso que quizás es demasiado íntimo y que no estoy preparada como dice este poema.
Tengo un blog que está bloqueado y quizás algún día cuando me aclare un poco. Quien sabe!
Felicidades por tu blog y sigue adelante, si ese es tu sueño a por él, está clarísimo que puedes 🙂
¡Hola, Cristina!
Supongo que todo el mundo pasa por eso. Y que si hay alguien que no tenga ese sentimiento paralizante, será la excepción. Precisamente, cuando escribes dejándotelo todo, con lo que duele, con lo que temes mostrar… Ahí es donde está la verdad y eso es, realmente, lo que de verdad merece la pena publicar.
Yo pensaba en la gente que me conoce, en la que escribe mucho mejor que yo, en la que me podría criticar, en la que no me entendería… Y lo que sucedió cuando me atreví es que muchas personas maravillosas y sensibles, como tú, empezaron a acercarse a mí, a animarme, a decirme que lo que yo hacía les inspiraba, les ayudaba a comprenderse, les empujaba a superar miedos y todo tipo de cosas que me parecían magia en estado puro.
Empezar a publicar mis textos fue una de las mejores decisiones de mi vida, no me cabe ninguna duda.
Te animo a que des un paso al frente y dejes libre a la ballena, a ver qué pasa.
Un abrazote.
Anina.
Me ha encantado!
¡Muchísimas gracias, Silvia!
Tres palabritas para ti, un montón de sentimientos maravillosos en mí.
Un abrazote.
¡Madre mía! Me has dejado sin palabras.
Yo ni siquiera sé dónde está mi ballena. Pero, lo que sí está claro es que tú no necesitas querer ser escritora. Hace tiempo que ya lo eres. Una impresionante ballena azul que da gusto ver salir a superficie, por ahora, una vez por semana. Mientras, esperamos ansios el gran salto… Y esto será sólo el principio del espectáculo.
Un abrazo enorme y gracias por escribir, escritora.
Hola, Celi:
Madre mía, si a ti te ha dejado sin palabras el post, no quiero ni contarte cómo me ha dejado a mí tu comentario.
Sólo puedo decirte gracias, gracias, gracias y mil veces gracias.
Tal vez no sepas dónde está tu ballena, pero desde luego que tus palabras son increíblemente poderosas. Al menos, lo han sido para mí.
Un abrazo enorme.
Uf! Cuántas cosas similares a mi historia veo aquí.
Yo, que quería ser escritora desde que tengo recuerdos, que escribía y escribía y leía y leía y soñaba y soñaba, un día cerré las puertas al sueño y tiré la llave.
Hasta que hace un tiempo conseguí fabricar una nueva y reluciente llave, gracias a un trabajo personal muy intenso y constante, y empecé a soñar y a sacar cosas que llevaba dentro y que se relacionaban con comunicar y contar historias.
Y de repente un día escuché la entrevista que te hizo Javi Pastor y pensé que sí, que quizás no sería “escritora de novelas”, pero bien podía ganarme la vida escribiente.
Y “por tu culpa” 😉 estoy pidiendo ser adoptada como copywriter con Javi.
Mil gracias por tu post 🙂
¡Hola, Débora!
Qué culpa más maravillosa es esa, que estés en el camino del copy y además con javi, que es una persona fantástica y un escritor como la copa de un pino.
Qué cosa tan bonita que recreases esa llave, una más sabia y reluciente, y que decidieras tomar responsabilidad sobre eso que sabes, sientes, entiendes que llevas dentro. Sí, creo totalmente que la escritura es una ballena azul de doscientas toneladas y que, por mucho que queramos sumergirla, tarde o temprano sale a respirar.
Muchísimo ánimo y, sobre todo, mucha confianza en ti misma en esa nueva etapa. Estoy segura de que lo conseguirás. Y aunque el copy acabe formando parte de tu vida, no olvides que sigues siendo escritora y que te debes a eso: a lo que sólo tú puedes ver, expresar y sentir.
Un abrazo enorme y muchísimas gracias por tu comentario.