¿Eres una persona racional o pasional? Dedica un momento a pensar sobre esta pregunta y sigue leyendo cuando tengas clara la respuesta.
¿Cuál de las dos opciones crees que es mejor? ¿Te imaginas una vida sin pasión? ¿Y una vida dirigida sólo por ella? ¿Es útil racionalizar las cosas que sientes? ¿Hay momentos en que la razón debe dejarse a un lado? ¿Y la pasión?
¿Son demasiadas preguntas? Pues empecemos a plantear algunas posibles respuestas.
Lo que puedo asegurarte es que desde que he empezado a pensar detenidamente sobre lo que siento y por qué lo siento, especialmente cuando se trata de “pasiones” negativas (celos, frustración, enfado…), he conseguido desactivar muchas bombas emocionales en el último segundo. Sólo hay que fijarse bien en los cables, saber de dónde vienen y cuál debes cortar.
Pero supongo que necesitarás algún argumento, ¿verdad? Pues vamos a dialogar un poquito.
¿Sabes en cuántas partes te divides?
Hace más de 2500 años los griegos empezaron a diseccionar filosóficamente al ser humano, elaborando teorías muy complejas acerca de las partes de las que estábamos hechos. La división más temprana y persistente a lo largo de la historia es la que nos parte en dos: cuerpo y alma. Del alma, pura y virtuosa, emanaba la razón y del cuerpo, pérfido y vicioso, emanaba la pasión.
Así quedaron enfrentadas durante siglos, evolucionando y cambiando de forma, pero sin dejar de estar en guerra. La pasión casi siempre llevaba las de perder y a la pobre la tenían machacada, pero llegó un día que la sociedad decidió sacarla de la jaula de las fieras y ponerle la gorra de capitán.
Hoy la inversión de valores empieza a ser total y las frases del tipo “sigue tu pasión”, “no pienses tanto”, “déjate llevar por lo que sientes” son los nuevos mantras en venganza por tantos siglos de repudia. Eso o que la idea quedaba mejor en las campañas publicitarias…
El caso es que seguimos asumiendo que debemos elegir una de las dos y apartar la otra. Pero, ¿por qué no hacerlas funcionar juntas? ¿Crees que una emoción va a ser menos intensa si reflexionas sobre ella? ¿O que la razón va a ser inútil si tiene en cuenta los sentimientos? Yo creo que no.
En otra ocasión ya te hablé un poco del pensamiento lateral, una de cuyas peculiaridades es que requiere la estrecha colaboración de ambos hemisferios cerebrales. Enfrentarte a tus contradicciones pasa por establecer un “diálogo” entre esas dos partes, no por atropellar a una de las dos y darte a la fuga sin mirar atrás.
Si tienes que decidir entre A y B, pero ninguna de las dos opciones te satisface, ¿por qué no crear C?
¿Sentir o entender?
En estas cuestiones me hacía pensar Javier Zeta, autor de Mente Mediterránea, cuando decía que “la clave es sentir, no entender” y que “tomar las decisiones acertadas en esta vida no va sobre comprender el porqué del asunto”. Y esta idea es muy bonita cuando tus sentimientos son positivos, cuando el cerebro te bombardea con opioides endógenos que te hacen sentir capaz de todo, pero… ¿qué ocurre cuando no son tan buenos? ¿Te dejas arrastrar también por ellos o introduces los opiáceos desde fuera?
Cuando algo deja de funcionar como debería tal vez podamos trampearlo dándole un golpe, apagándolo y volviendo a encenderlo…Cada maestrillo tiene su librillo del “a ver si así…”, pero lo cierto es que sólo si comprendemos cómo funciona algo podremos arreglarlo cuantas veces falle.
Es mucho lo que desconocemos sobre nuestra cabecita loca: funciona tan rápido y de un modo tan complejo que es imposible alcanzarla. Pero desvincularte de su funcionamiento como si fuese algo ajeno a ti no es nada práctico. Me refiero a ideas del tipo “cuando crees que estás tomando una decisión tu cerebro ya lo ha decidido mucho antes que tú”.
Es verdad que está hecho para atajar (aunque eso implique decirnos alguna mentirijilla) y para facilitarnos la vida a costa de no mostrárnoslo todo e inventarse alguna que otra cosa. Es un poco manipulador, pero por una simple cuestión de supervivencia y practicidad. ¿Quieres ver un ejemplo de cómo te engaña tu cerebro? O quizá prefieras ver cómo algunas veces tu cerebro no te lo muestra todo.
Pero eso no quiere decir que no puedas tomar parte activa (racional) en esos procesos de decisión.
¿Quién decide por ti?
Hay veces en que no hay tiempo para pensar y en milésimas de segundo tienes que salir corriendo, pero cuando se trata de tomar una decisión sin que te esté persiguiendo un león del Serengueti, puedes alumbrar el problema desde distintos puntos de vista y desmarcarte de los mecanismos ortodoxos de toma de decisiones.
¿Qué quiere decir esto? En tu cerebro ya hay construidos muchos caminos, hojas de ruta para solucionar los problemas en base a tu aprendizaje y a tu experiencia pasada. Pero merece la pena saltarte las señales y descubrir un camino nuevo: encontrar tu propia forma de enfrentarte a los problemas y hacer elecciones. Si no lo haces tú, piensa que en la mayor parte de los casos serán otros los que estén decidiendo por ti. Y no te vas a dar ni cuenta.
Sobre este tema leía entre las 10 ideas que cambiaron la vida de Ángel, que “no somos seres racionales”. Que muchas de las decisiones que tomamos están condicionadas por el sistema operativo que traemos de serie. Pero que “entender que vengo de fábrica con varios sesgos cognitivos y saber cuáles son me permite reconocerlos cuando ocurren y, gracias a eso, puedo remplazar una decisión natural (irracional) por una mejor (racional)”.
Esto me hizo pensar.
Tenemos a un ser que es consciente de su propia irracionalidad y es capaz de conocer, explicar y sistematizar sus mecanismos. Un ser que utiliza esa capacidad para manipular a sus congéneres, que aún no han caído del guindo (o la parra, o la higuera, o el frutal que más te guste). Yo no llamaría a este ser “irracional”, sino metarracional: es decir, capaz de razonar sobre su propia racionalidad o irracionalidad.
No es que unos seamos más racionales que otros: sólo es que algunos están mejor informados.
Si sabes cómo funciona puedes arreglarlo.
Y he aquí otra razón muy importante para no amordazar al pensamiento cuando decides dejarte llevar sólo por la intuición o la emoción: puede que alguna persona mejor informada que tú esté manipulando tus circuitos para que hagas lo que quiere (como comprar algo o que friegues tú los cacharros de la cena).
Sí, ya lo sé: es mucho más fácil dejar que los marrones se los coma el inconsciente y, a veces, cuando no quieres pasar horas dándole vueltas a una elección irrelevante, está bien ir en automático. Pero volviendo a lo que decía Javier, tomar las decisiones acertadas (o al menos con mayor probabilidad de acierto), no va ni de sentir ni de entender: va de las relaciones que se establecen entre ambas partes y de la totalidad mayor que generan. Y ahora te estarás preguntando con el ceño fruncido, ¿¿¿lo cualo???
El todo es mayor que la suma de las partes
Aristóteles, que era un señor muy griego, muy lógico y muy metafísico, todo a la vez, enunció que “el todo es mayor que la suma de sus partes”. La idea es que el “todo” (en este caso nuestra azotea) es un sistema mucho más complejo de lo que nos haría pensar el simple análisis de sus partes por separado. Es decir, mi cerebro no es sólo hemisferio derecho +hemisferio izquierdo. A esta ecuación hay que añadirle la relación que se genera entre los dos.
Desde este punto de vista, es mucho más útil poner al Doctor Jeckyll y a Mr. Hyde a trabajar juntos en vez de intentar mantenerles en habitaciones separadas. Más que nada porque, como son uno, va a ser imposible.
Argh, qué lío. ¿Entonces qué?
¿Pero qué es este híbrido entre calculadora humana y veleta emocional? Es como cuando Sauron mezcló orcos con elfos y le salieron los Uruk-hai. Más fuertes, más resistentes, mejor adaptados… Nada simpáticos, pero desde luego unos superclase dentro de su especie.
Sé más listo que tú. Destierra los malos usos de la razón: esos que se dan por pura costumbre y que no implican que pienses de un modo a la vez crítico y creativo, sino que repitas algo que has aprendido con anterioridad.
No te empeñes en separar cosas que deberían ir unidas. No renuncies al todo en favor de una parte. No crees compartimentos estancos y evitarás las inundaciones y los naufragios. Crea canales donde hay compuertas y deja que las contradicciones se reconcilien (o, al menos, actúa como si eso fuera posible).
Utiliza todo tu potencial y recuerda que el que divide vence, pero sólo si no se divide a sí mismo. Aunque esto me hace preguntarme… si tú eres el que divide y a la vez el dividido, ¿ganas, pierdes o empatas?
Miss Anyway, excelente recapitulación… Es bonito plantearse lo que nos ha llevado a la categoría actual, y a un pensamiento de “a veces gana lo uno y a veces lo otro”, o de “necesito armonizar y equilibrar”.
Sin embargo, en otros ambientes se nos categoriza en base a esencia, energía y espíritu… Jing, Qi y Shen. En respecto a eso, todo lo que existe posee una cierta proporción de las tres, pero hace falta abundancia de todas para que haya vida de la que llamamos “sentiente”. Filosofía oriental, y sus delicias.
La opinión personal de un loco del aprendizaje y de darle vueltas a las cosas… Es que no encontrarás dos personas que usen los mismos medios para llegar a un cierto fin. Del mismo modo, todas las rutas y atajos que use tu conciencia para crear pensamientos y sentimientos (o para revelarte su existencia) van a ser únicas… Pero potencialmente influenciadas e influenciables.
Quizás solamente decir que antes de comprender va el paso de aceptar. Por lo demás… Probablemente diría lo que tú. Así que, diremos esto: je t’adore, yo te adoro (y aunque sea de plata, ¡qué importa!). Como sale en la genial película de La Máscara, de Jim Carrey.
¡Querido Dr. Melich!
Te digo algo parecido a lo que me evocó el comentario de Juan. Sé que eres una persona muy exigente en todos los aspectos y recibir un comentario de este tipo por tu parte es doblemente halagador, si cabe. Además, también tienes el magnífico detalle de aportar siempre más valor, introducir nuevos puntos de vista e incluir algo de sabiduría flow. Por todo eso, ¡muchísimas gracias!
Me encanta tenerte por aquí y muchísimo más como adorador, lo cual te hace aún más adorable. 😀
Creo que también disfrutarás de esta categoría hecha para mentes inquietas y delicadamente retorcidas. ¡Un abrazoteeee!
Muuuuuy buenas reflexiones mi querida filosofina. Más que empatar, lo mejor es equilibrar, porque es la única forma de que las partes trabajen en la misma dirección y así gane el todo.
Y desde luego que somos seres racionales, y emocionales también. De hecho ambas cualidades están íntimamente relacionadas, porque las emociones no solo se vinculan a las experiencias sino también a lo que pensamos acerca de esas experiencias. Una vez establecido el vínculo y creado el automatismo, son los pensamientos los que despiertan las emociones, osease, es lo que pensamos y nos decimos en un momento determinado lo que nos hace sentir la emoción vinculada a esos pensamientos.
Como bien dices sólo si comprendemos como funcionamos, tendremos la opción de cambiar aquello que no nos guste, aunque eso sí, el comienzo siempre está en darnos cuenta de que hay algo que no nos gusta, y eso solo lo hace nuestra parte consciente.
Bendita humanidad, maldita conciencia.
Enhorabuena por tan buen comienzo, ¡Nivelón!
¡Hola Juaaaaan!
Muchas gracias. Siendo un tipo puntilloso e instruido en los asuntos del pensamiento y las circunvoluciones cerebrales, me sienta muy bien que me felicites y comentes precisamente en este post. Tuve que reeditarlo porque la primera versión quedó mucho más inclinada a la Filosofía más dura y creo que sólo lo hubieras leído tú y algún/a compañer@ de carrera. Me agrada ver que, aún así, el resultado ha quedado a la altura de las exigencias de las mentes más inquietas.
Gracias también por aportar más valor y por hacer aclaraciones de esas sabias e interesantes.
Intuyo que te gustará especialmente esta categoría… 😉
¡Abrazote!