Es un hecho: dependiendo de con qué personas me relacione y cómo me vean esas personas, me siento diferente. Y sin embargo, soy la misma. Muchas veces me he preguntado qué puedo hacer para no perderme, para no dejar que sus opiniones cambien la percepción que tengo de mi misma, y estas son algunas de las conclusiones que he podido reunir hasta ahora.
En líneas generales hay dos tipos de sensaciones que experimentarás en función de las opiniones de los demás. Te sentirás bien o te sentirás mal. También puedes sentirte indiferente, pero eso ya requiere un dominio zen cercano a sostener durante horas la posición de la garza con pino-puente. Que oye… hay quien lo consigue, pero requiere mucho entrenamiento.
No a todos nos afecta de la misma forma lo que los demás piensan de nosotros, pero en parte, también construimos nuestra identidad a través de las opiniones ajenas. Más acertada o más erróneamente. Tu ego se alimenta de los halagos y tu autoestima flaquea con las críticas. Pero de ser lo más a ser lo peor, el concepto que tienes de ti mismo puede oscilar de una forma peligrosamente bipolar.
¿Cómo mantener ese concepto en equilibrio?
Me siento diferente, pero sé que hay una constante
Pensando en esto, me acordé de la serie “Lost” (Perdidos), de algo que le ocurría a Desmond David Hume (¿te habías fijado en que algunos personajes tenían nombre de filósofos famosos?). En el episodio 5 de la temporada 4, su conciencia empezaba a saltar en el tiempo. Así, a lo loco. Del pasado al futuro, todo era tan diferente que el pobre no era capaz de reconocer nada y le entraba un poco de pánico.
A quién no le ha pasado eso de asustarse cuando empieza a viajar en el tiempo, ¿no?
Con la percepción que los demás tienen de nosotros pasa un poco igual. Unos nos ven tan maravillosos y otros nos machacan tanto, que al final acabamos por no reconocernos y no sabemos si identificarnos más con El rey león o con un escarabajo pelotero.
La solución que Daniel Faraday le proponía a Desmond para no perder la cabeza, muy bien puede valernos para evitar los brutales saltos emocionales a los que nos somete el criterio ajeno. Es la siguiente:
Entre el extremo A y el extremo B todo es diferente. No hay nada reconocible, no es posible distinguir cuál es la realidad. No si no tenemos un ancla. Una ecuación necesita estabilidad y esa estabilidad, entre todas las posibles variables, la da una constante. Para mantener la conciencia de nuestra identidad a través de los saltos entre A y B, necesitamos hallar esa constante: algo que exista en ambos extremos, algo que realmente nos importe.
Así que piensa un poco, ¿cuál puede ser tu constante?
Vamos a definir un poco más los extremos a ver si somos capaces de encontrar en ellos algo que se mantenga.
Extremo A: Eres lo mejor
No vamos a engañarnos, esta es una sensación estupenda. Gozar de la admiración y el respeto de la gente, sentir que eres necesari@ y que se te tiene en cuenta… son cosas de las que es difícil prescindir una vez que las has experimentado.
Requiere un duro trabajo aprender a aprovechar el impulso de estas atenciones sin depender de ellas. Nos proporcionan felicidad y nos hacen sentir capaces de todo: las interpretamos como el signo inequívoco de que lo estamos haciendo bien.
Este tipo de percepciones sobre nuestra persona pueden contribuir a levantar una autoestima demolida.
Extremo B: Eres lo peor
Dependiendo de quién las emita, este tipo de opiniones tienen exactamente el efecto contrario. Pueden demoler una autoestima fuerte cuando llegan desde personas que, por uno u otro motivo, nos importan mucho. Pueden llevarte a pensar que realmente eres lo peor.
Cuando nos machacan de esta manera es cuando se produce la mayor desorientación: es como estar en el futuro en el caso de Desmond. Es el momento de mayor angustia, en el que no te reconoces ni entiendes qué pasa contigo.
Estar bien es fácil. Lo difícil es dejar de estar mal.
Si me planteo estas cosas es porque soy vulnerable a ellas. Siempre hablo de independencia ideológica, del control de las emociones, de felicidad, libertad… Pero si las tengo tan presentes no es porque las haya conquistado, sino porque me esfuerzo todos y cada uno de los días por retenerlas, por ser un poco más dueña de ellas y de mí. Y en reflexionar sobre la mejor manera de hacerlo invierto una gran parte de mi tiempo y energía.
Cuando algo impacta directamente en mi línea de flotación me voy a pique (como cualquiera) y tengo que concentrar todos mis esfuerzos en reflotar el maldito barco. Por eso me tengo que obligar a descubrir la constante: porque sé que no puedo depender tanto de la variable opinión de los demás, que un día te adoran y al siguiente pueden fácilmente denigrarte, ya sea en público o en privado. Más que aquellos cuyas opiniones me importan, debo importarme yo.
Escucha a los demás, apóyate en ellos, quédate con lo mejor y aprende a refugiarte en la constante hasta que las variables vuelvan a ser favorables.
¿La constante eres tú?
Puede que se te haya ocurrido que la constante deberías ser tú, porque eres lo que permanece inmutable en toda época y situación. Pero no te puedo dejar ser la constante, y no es que te tenga manía. Es que cuando estés en plan lombriz, no te voy a poder pedir que pienses con cierta objetividad; y cuando estés en plan dios/a del Olimpo, tampoco tengo mucha fe en que quieras recordarte tu condición de simple mortal.
Necesitamos otra cosa que puedas analizar de un modo menos subjetivo.
Echando el ancla
Ya sabes que siempre que tengo una crisis existencial, acudo a Ortega y Gasset buscando un poco de perspectiva. En este caso ya sabía lo que buscaba y he ido a tiro fijo: buscaba el proyecto vital. He hablado de él en alguna otra ocasión, pero lo resumo por si no te es familiar.
Tu proyecto vital es único e intransferible y constituye tu razón de ser. No quiere decir que estés predestinad@ a realizarlo, sino que tira de ti como una especie de vocación que desarrollas desde tus circunstancias.
El proyecto vital como constante funciona más o menos así:
- ¿Te halagan mucho? Pues haz honor a las alabanzas currando en tu proyecto vital.
- ¿Te ponen a caer de un burro? Pues cambia la sensación de incomprensión por la de satisfacción currando en tu proyecto vital.
- ¿Dicen que tu proyecto vital está condenado al fracaso? Pues ciérrales la boca currando en tu proyecto vital.
- ¿Tu proyecto vital está realmente condenado al fracaso? Si está condenado al fracaso no es porque sea imposible, sino porque lo has planteado mal. Replantéalo de una forma inteligente, ¡y cúrratelo!
Y así sucesivamente…
Pero ojo, un proyecto vital no es cualquier capricho, sino algo hacia lo que sientes auténtica inclinación y que realmente te realiza. Es eso que te hace decir: “yo he nacido para esto”. Si aún no has desarrollado el tuyo tal vez te ayude leer este otro post y preguntarte “¿QUÉ HAGO CON MI VIDA?“.
Hagas lo que hagas, ten en cuenta que los demás son pantallas que nos devuelven una imagen proyectada de nosotros mismos, pero que como en las casas de espejos de los parques de atracciones, algunos están deformados y otros devuelven una imagen más nítida pero… ¿cómo saber cuál es la que más se asemeja a ti si sólo te ves desde dentro?
Tal vez dándote cuenta de que lo que hay dentro, vísceras incluidas, es tan real como lo que hay fuera, independientemente de que nadie (salvo quizá ocasionalmente algún cirujano) lo vea.
Y quizá así, algún día, dejes de necesitar una constante.
Esto es increíble
Después de leer el comentario de Silvia tengo poco que decir, estamos en la misma onda. La paz interior, qué mejor constante.
El ego es algo absurdo así que dejémoslo a un lado, y pensar en algún momento que uno pueda ser el mejor o el peor… ¿Comparándonos con quien? Hay que huir de eso.
Nadie se conoce como uno mismo y aun así hay ocasiones en las que ni uno mismo se reconoce, así que lo mejor es profundizar en el conocimiento interior.
“Tu peor enemigo no te puede dañar tanto como tus propios pensamientos. Ni tu padre, ni tu madre, ni tu amigo más querido, te pueden ayudar tanto como tu propia mente disciplinada.” Buda.
Namaste, Anina.
Las cuatro reglas de Ángel son perfectas. 😉
¡Hola, maestro zen! ^^
Respondo a tu pregunta, aunque sé que era retórica 😀 ¿Comparándonos con quien? Con nosotros mismos, pero he ahí la trampa: basándonos en las opiniones ajenas comparamos imágenes con imágenes, impresiones con impresiones, pero no confrontamos auténticos cambios internos para ver si realmente se han producido. Lo que cambia es la pupila que nos mira o, como decía Campoamor, el cristal con que lo hace. Pero cometemos (cometo) el error de dejarnos definir por tales perspectivas cuando, en realidad, lo único que hacen es describirnos en un momento dado como quien describe algo en completa oscuridad o desde la lejanía: es tu propia mente la que completa los trozos de mí que le faltan en función de tus creencias, tus experiencias, tus recuerdos…
En fin, gracias por hacerme llegar un poquito más al fondo y por traerte a mi espacio, como siempre, una buena porción de tu paz.
¡Un abrazo!
Y esta claro… JAMÁS vamos a contentar a todos… Jamás!!! Actuemos como actuemos, así que es importante al menos ser fieles a nosotros mismos y actuar de la forma que más satisfechos y tranquilos nos haga sentir.
Hola Anina!
Mi constante es La Paz interior que te da la tranquilidad de saber que tu forma de actuar esta alineada entre lo que piensas, sientes y haces…
Y como mi máxima es haz lo que te haga feliz mientras no hagas daño a los demás, pues intento vivir a mi manera sabiendo que yo misma soy mi propio universo y no tengo que ser siempre lo que les gusta o esperan los demás de mi (luces y sombras incluidas)
En cambio cuando me entra ansiedad, es porque no estoy haciendo todo lo bien que quisiera lo que creo que debo hacer, o no estoy siendo capaz de vivir en el presente todo lo que debería para vivir en equilibrio. Pues pensar demasiado en cosas del pasado que no te han dejado satisfecha, puede causar demasiada angustia, y pensar demasiado en el futuro puede causar miedos e inseguridades.
Indudablemente la edad te reafirma en muchas creencias y te da una perspectiva de las vivencias diferente a cuando eres más joven. Esto no es ninguna garantía, porque como ser emocional, cualquier ataque a esa línea de flotación puede hacer que pierdas el equilibrio, pero la buena noticia es que esta experiencia de vivir tantas experiencias que acabas evaluando en un conjunto, te reafirma en la seguridad de que todo pasa, y te da recursos con los que manejar con mayor maestría tu vida, sin que suponga el drama que suponía en otras ocasiones…
Creo que me estoy desviando del tema jajajajaja
Podria decir también que el AMOR, es el gran ancla de mi vida, pues es lo que me da fuerzas y claridad para saber por que camino quiero andar…
Soy cambiante, contradictoria e insegura según el momento, pero el amor es esa constante en mi vida que me hace tomar una decisión u otra.
;))
Un abrazo
Silvia
Mi muy querida:
Tus comentarios siempre son un rayo de luz, de optimismo, de reconocimiento de la falibilidad humana y de la posibilidad de convivir con ella en equilibrio. No tengo nada más que añadir salvo, de nuevo, muchas GRACIAS 🙂