A pesar de que siempre he tenido buenas habilidades sociales y tiendo a llevarme bien con todo el mundo, hasta hace no mucho tiempo me costaba un auténtico esfuerzo (pero mucho, eh, de verdad) preguntar la hora a cualquier persona por la calle. Tenía miedo a los desconocidos, aunque quizá “miedo” no sea la palabra adecuada.
Soy extrovertida, nunca he sufrido ningún tipo de marginación, ataque o rechazo y me adapto sin ningún problema a cualquier tipo de entorno social.
Entonces, ¿qué me pasa, doctor? ¿Por qué tengo miedo a los desconocidos? A día de hoy no tengo claro por qué me bloquean cosas tan normales como pedir cambio, preguntar dónde queda una calle o cuál es la clave wifi. Creo que era una mezcla de vergüenza, miedo a molestar y esa cantinela de no hablar con los desconocidos que tan incrustada llevamos en la cabeza. Pero cuanto más lo pienso, más me convenzo de que mis razones para ser así de “ridícula” (porque así me sentía yo) no tenían absolutamente nada de razonable.
Por supuesto, ya no hablemos de quejarme si el plato que me traen no es el que había pedido o reclamar a alguien el dinero que me debe. Osea, ridícula y, además, pringada. No te voy a negar que lo siga siendo un poco pero, desde luego, he mejorado muchísimo. ¿Quieres saber cómo?
3 briconsejos para perder el miedo a los desconocidos:
Briconsejo #1: Enfréntate al peligro
Antes voy a ponerte un poco en antecedentes: siempre he estado rodeada por personas de mucho carácter que me facilitaban por su naturaleza el quedarme calladita mientras solucionaban la papeleta. Por ejemplo, mi mejor amiga del colegio (¡hola, Bea!) era todo lo contrario a mí: no tenía ningún tipo de reparo para preguntar, pedir o reclamar, y si había que comerse a alguien para poner las cosas en su sitio se lo comía, ¡y punto!
Mi actitud no era consecuencia directa de la suya, pero su forma de ser me permitía agravar mis tendencias de avestruz sin que nadie se diese cuenta. Lo mismo ocurría con mis parejas o mis familiares (excepto mi madre, a la que todo le daba incluso más corte que a mí), que iban convirtiéndose en mis parapetos, reforzando mi identidad de seta frente a los desconocidos.
Y ahí va el primer briconsejo para las amistades, familiares y parejas de todas esas personas exageradamente vergonzosas: dejadlas solas ante el peligro. Que comprueben que la interacción con extraños no solamente es natural y necesaria, sino que puede resultar incluso placentera. De vez en cuando te tocará algún/a borde, que los hay en todas partes, pero otras veces, el intercambio con alguien majo, amable, simpático, etc., te hará pensar que vaya tontería eso que has hecho de estar dos horas dándole vueltas a lo que le ibas a decir y cómo ibas a decirlo.
Briconsejo #2: Utiliza la lógica empática
Sin embargo, oh contradicciones misteriosas del universo, en todos mis años trabajando de cara al público, siempre he sido una persona amable, paciente y simpática. Así que empecé a abordar mi fijación con el “es que no quiero molestar” a través de la empatía: o sea, a ponerme en el lugar del otro. Más o menos planteándome una serie de casos hipotéticos de la siguiente forma:
– Pregunta: Cuando alguien me pide algo con amabilidad y educación, ¿me molesta?
– Respuesta: Uy, por dios, ¡claro que no! Pregunta lo que quieras, ¡sólo faltaba!
– Pregunta: Si una persona cualquiera me pide la hora por la calle, ¿siento que está invadiendo mi espacio personal?
– Respuesta: ¿Pero qué dices? Claro que no, ¿qué clase de paranoica crees que soy?
– Pregunta: Si alguien te pregunta por una dirección, ¿le miras mal y piensas que menudo pesado, que se compre un mapa?
– Respuesta: Oye, ¡que no soy una sociópata! Intento ayudarle a llegar e incluso, si voy en esa dirección, le invito a acompañarme hasta el punto donde tenga que tomar otra calle.
– Pregunta: Entonces, querida… ¿se puede saber por qué te cuesta tanto ser la que no tiene hora o la que se ha perdido?
– Respuesta: Touché.
Puede que pienses que lo que no es muy normal es eso de ponerme a hablar conmigo misma, pero venga, no disimules: tú también lo haces. Y a veces delante del espejo. ¿A que sí?
Por tanto, ahí va el segundo briconsejo: Sólo tienes que ponerte en el lugar de la otra persona para darte cuenta de que tu vergüenza o miedo a importunar al otro son totalmente infundados. La empatía también pasa por no dirigirte a la persona que veas que lleva muchísima prisa o que tiene una cara de cabreo monumental. Eso ya son retos nivel experto para poner a prueba tu encanto irresistible.
Tratamientos de shock: Viaja, bloguea, comparte
Hay otras dos cosas que me han ayudado a librarme de la tiranía de la inseguridad frente esos entes misteriosos e imprevisibles que son los desconocidos:
VIAJAR: Ya sabes que siempre digo que viajar es bueno para todo. Pues para esto también. Al salir de tu zona de confort y tener que moverte en un medio que no dominas, con toda seguridad tendrás que pedir ayuda en alguna ocasión y dirigirte a personas que te puedan orientar. Deja de preguntárselo todo a Google y habla con las personas que tienes a tu alrededor. En más de una ocasión te llevarás muy gratas sorpresas.
Recuerda que una sonrisa de oreja a oreja es tu mejor baza para hacer que la persona a la que te diriges adopte una actitud positiva y se sienta predispuesta a ayudarte.
En el libro «Expedición Cabo Norte» te cuento cómo llegué, incluso, a quedarme en casa de completos desconocidos mientras viajaba en bicicleta por Europa. Puedes leerlo aquí.
EL MUNDO BLOGGER: Tanto en el papel de lectora como en el de escritora, he comenzado a tener un contacto muy directo y personal con personas que no conocía de nada. Cuando tienes un blog te expones a cualquier tipo de crítica constructiva o destructiva, te muestras a un auditorio invisible al que puedes fácilmente agradar o no gustar en absoluto. A veces da un poco de miedo.
Cuando eres tú quien escribe a un/a blogger, partes con la ventaja de conocerle en cierto modo: siempre me había sorprendido la amabilidad y calidez con la que me habían respondido personas que, por su forma de pensar o de escribir, se habían convertido en merecedoras de mi respeto o admiración. Casi siempre les envías un email pensando que tampoco tienen ningún motivo para contestarte, pero ahora lo veo desde una perspectiva totalmente distinta.
Cada vez que recibo un correo o comentario de algún/a lector/a, siento un género de emoción difícil de describir. Crear en quien te lee esa clase de confianza que le lleva a hablarte con franqueza y familiaridad, ver cómo personas totalmente desconocidas te abren su corazón para hablarte de su vida, de lo que sienten a través de tus palabras… ha terminado definitivamente de cambiar mi forma de pensar.
Piensa que, para que para la práctica totalidad de la gente del planeta (a no ser que seas muy popular), tú también eres un/a desconocido/a y, sin embargo, eres una persona encantadora, ¿verdad?
Me considero una antisocial, cuando voy a una reunión donde no conozco a nadie más que al anfitrión, si nadie me habla permanezco callada todo el tiempo.
Cuando tomo confianza, sin embargo no hay quien me calle.
Pondré en práctica los consejos,
Pues realmente necesito vencer mi miedo, si quiero mantener y crecer en mi trabajo. Todavía no me la creo como he llegado a donde estoy, sin vencer ese miedo.
Hola Anina, hoy encuentro tu blog y con lo poco que leído y me ha encantado, me siento identificada con muchas cosas, especialmente en tu forma de ver la vida. Estoy en una etapa en la que estoy conociendo nuevas facetas de mí y descubriendo muchas cosas, me gusta encontrar personas que me inspiren y con las que comparta de algún modo estos nuevos horizontes. Y ahora estas agendada en mi lista jeje.
Saludos
Mi favorito ha sido siempre el de entrar al bar y pedir que te activen la máquina de tabaco. Unas 500 veces porque el local está lleno y sin querer vas bajando el tono en vez de subirlo, la gente de la barra está incómoda por tu presencia en “su espacio” etc…. Argggg lo odio.
Me ha parecido muy interesante… A mí me sucede algo similar…con amigos o amigos de amigos, es decir alguien que tenga de alguna forma vínculo con gente de mi ” zona de confort” soy la alegría de la huerta. Me vuelco con los “nuevos” para integrarles en la pandilla o porque me encanta la novedad. Etc…. Todo el mundo cree que soy supersociable….pero yo tengo pánico a por ejemplo llegar a un trabajo nuevo que los compañeros ya son grupo y tener que integrarme…pesadilla, ansiedad…el raro que se sale a fumar a destiempo o el cortado …lo peor…parece que me como el mundo y en esas situaciones me hago pequeño.si compartimos cocina tuppers en una mesa todos tardo 17 segundos en zampar para irme etc.
Si voy paseando a mi perro y un desconocido me pregunta algo sobre él, tipo raza o si corre mucho etc. Algo banal pues contesto sonrisa educadamente y bien…ahora si ese comentario se dilata en el tiempo más allá de esa primera pregunta ya me quedo bloqueado siento que me invaden y solo quiero seguir en paz, me pongo nervioso. No me salen conversaciones de ascensor.
Supongo que mucho viene de miedos del cole, de la infancia , inseguridades etc… Pero luego con mi gente o gente que me presenta ” mi gente” soy un torbellino no paro de rajar. Me encanta hablar con todos por los codos consigo confianza con los nuevos enseguida, monto mil planes, soy un poco líder, al que cuentan todo etc…pero luego en otros ámbitos me hago pulgarcito…me da corte cobrar por un trabajo que he hecho, siempre bajo el presupuesto, me da verguenza en el típico curso que en el descanso la gente desconocidos hacen grupitos en seguida el mismo primer día y yo desaparezco a tomarme un café solo etc…
Peco de servicial y pringao por un lado y por otro mi otro yo queda con muchísima gente enseguida consigo teléfonos y llamadas y nueva gente etc… ¿Por qué esa dualidad tan opuesta????
Yo era una persona muy parecida a lo que comentas en este post. Me costaba hasta preguntar una calle, pedir la hora o simplemente pedir un cubata en un bar.
Al final de ese bloqueo tenemos que salir nosotros mismos. Tal y como escribes en el post, al final cuando te das cuenta no haces las cosas por no molestar cuando realmente no molestas nada. Lo que pasa que las personas somos muy dadas a dar las cosas por sentado, sin ni tan siquiera pensarlas.
Sobre el mundo blogger (gracias por el enlace), creo que hay mucha gente que lo teme demasiado. La mayoría de bloggers están encantados de recibir correos, propuestas, sugerencias y de todo, sea cual sea su “status” o “fama”. En general, suelen ser cercanos y gente muy corriente a la que le encanta hablar, por lo menos por lo que yo tengo visto.
Yo cambié parte de mi trayectoria online gracias a varios correos, por lo que no creo que tenga mucho más que aclarar sobre este tema.
Un saludo bicicletera 😀
O nos hemos juntado unos cuantos “raritos” en tu blog, o a estas alturas ya debes sentirte un poco menos rara ¿verdad? Jajajajjajajajaja
Yo era SÚPER TÍMIDA de pequeña, y si no pregúntale a Laura (senosvalavida) que fuimos compañeras de colegio en Valencia desde los 5 a los 11 años, y la primera foto que tenemos de primero de EGB yo salía agachando la cabeza de tan tímida como era, O en las clases de inglés, donde me daba “vergüenza” ( nunca me ha dado por psicoanalizarme para descubrir el motivo) mirar al profesor y me pasaba la hora con la cara pegada al pupitre y los brazos encima, para no mirarle y que no me preguntara nada…
Con los años perdí esta timidez extrema pero siempre he seguido siendo un poco tímida, no se sí por inseguridades o por carácter simplemente. Pero lo que me ayudo de verdad a luchar con esta timidez fue el empezar a trabajar como comercial y no quedarme más remedio que hablar con un promedio de 10/12 personas diferentes al día, a las que tenía que transmitir las bondades de mis productos e intentar tener una relación fluida y agradable, ya que es un tipo de clientela fija a la que tengo que visitar regularmente…
Estos años han supuesto un auténtico entrenamiento contra la timidez, una forma radical de salir de mi ” zona de comfort”. Hoy en día, si actuó con timidez en ciertas ocasiones es al 100% por cualquier tipo de inseguridad, que sea fundada o infundada ya es otra cuestión.
Respecto a lo que dice Pau, yo a eso le llamo “teatrillo” y es un recurso que utilizo cuando tengo un mal día y quiero separar mis emociones de mis obligaciones/relaciones laborales, y recuerdo dos días clave en los que fui consciente de su importancia, uno de forma más intelectual, y otro de forma más interiorizado.
El día que reflexione sobre ello por primera vez fue un día que fui a ver a un cliente, y un compañero de otra empresa estaba esperando fuera en vez de dentro que es donde nos suelen hacer esperar. Le pregunte si no pasaba y me dijo que le habían pedido que esperara fuera, así que cuando me invitaron a pasar decidí quedarme fuera porque el estaba antes que yo y me parecía un gesto feo entrar, total, que cuando entre y le pregunte a una chica de confianza porque no querían que entrara me dijeron que les agobiaba… Y lo peor es que le llamaban ” el enterrador” porque siempre iba contando tristezas. Ahí fui consciente de lo importante que es una cara más amable cuando de relaciones comerciales se trata, y el otro día que fui más consciente y puse en práctica esta teoría fue cuando me estaba separando, tenía un dia horrible de estos de continuas ganas de llorar y sólo de pensar que tenía que entrar a ver a una cliente que siempre le pone pegas a todo y que a menudo te hace salir más desanimada de lo que has entrado, me ponía peor aún (te hablo de hace 10 años ya, imagina)
Así que decidí poner en práctica lo de la máscara que hace mención Pau, el teatrillo, y ante la pregunta de ¿que tal estas? Salió, no se aún de donde, un bien muy eufórico y exagerado, acompañado de una gran sonrisa (fingida irremediablemente) pero que tuvo su efecto positivo, ya que ella me contesto “que animada te veo hoy” o algo así, y yo no se ni que conté, pero al salir me sentía infinitamente mejor, con un ánimo completamente diferente, y la conciencia de estar poniendo en práctica un recurso con el que antes no contaba…
SI, todo es entrenamiento en estos caminos de la vida
;))
Un abrazo
Silvia
Hola Anina, me ha gustado mucho el artículo porque me he sentido bastante identificado en lo que comentas. En realidad yo de pequeño era bastante tímido e incluso hoy en día me considero introvertido, en tanto que demasiado contacto social me agota y disfruto mucho de mi propia compañía.
Como bien dices la empatía es fundamental para perder el miedo a los desconocidos. Se trata desde luego del primer paso, pero aún así hay gente que ha tenido malas experiencias teme que le rechacen de nuevo o que resulten molestos. ¡Nada más lejos de la realidad!
Mi estrategia ganadora para tratar con desconocidos o para atreverme a cosas que nunca hubiera pensado (en ocasiones auténticas locuras) es una que suele funcionar bien con los tímidos más recalcitrantes: se trata de olvidarte por un momento que eres tú e interpretar un papel. Como si estuvieras actuando.
Te pones la máscara de alguien sin ninguna vergüenza, un caradura, vamos. Y te pones a actuar como él, exagerando. La ventaja es que si te rechazan sabes que no te están rechazando a ti porque estás interpretando un papel 🙂 Este enfoque suele dar muy buenos resultados y a la larga sirve para perder muchos miedos.
¡Un abrazo!
¡Hola Pau!
Qué bien tenerte por aquí, es como recibir la visita del experto ^^ Yo también siento muchas veces esa necesidad de soledad después de días de socialización intensa. Me gusta mucho para ilustrar este patrón de acordeón en las relaciones con los otros “el dilema del erizo” de Schopenhauer:
“En un frío día de invierno, una manada de erizos se juntan para resguardarse de la helada gracias a su propio calor, amontonándose unos encima de otros. Pero sucedió que se pincharon entre ellos y el dolor fue tal que tuvieron que separarse rápidamente, con lo que otra vez sintieron frío. Así que entre el peligro de morir de frío o de hacerlo por el dolor que se infringían mutuamente con sus espinas, acabaron encontrando la distancia correcta, aquella que les permitía no morir de frío y no hacerse demasiado daño, de manera que el frío y el dolor fuese soportable”.
Algún día tendrás que contarnos a tus lectores el tipo de locuras con las que te has atrevido a través de la técnica de la máscara, muy interesante por cierto y que ya había leído en tu último post. Al principio mi idea era enlazar directamente a él porque ambos tratan de lo mismo, pero enlazar sólo uno era como ignorar los demás y está tan lleno de ideas útiles que pensé: “mira, el que llegue hasta allí, que elija lo que quiera” (http://habilidadsocial.com).
Muuuchas gracias por traerla hasta aquí para todo el que lea el post y por aportar valor, experiencia y soluciones.
¡Un abrazoteee!
¡Hola, Juaaan!
Ya sé que el mal de muchos es el consuelo de tontos, pero la verdad es que me alivia ver que no soy la única que se quedaba sin saber la hora, jajaja. una vez estuve en la calle como 15 minutos (no te exagero) escogiendo una persona que me diese el perfil idóneo para atreverme a preguntar. Reconozco que eso ya roza la enfermedad, ¡pero es que me daba cosa! No exactamente miedo, “cosica” es más aproximado.
Yo también he hecho grandes avances: Pablo para eso no tiene piedad, me obliga a mí a dirigirme a todos los desconocidos para “curarme”. Es el anti-parapeto 😀
Muy importante matiz ese que apuntas de la apertura y la predisposición, of course. Eso hace falta hasta para bajar a por el pan. Aunque si estas cerrado cual molusco difunto, no deja de ser un buen primer paso hacia la apertura inicial.
El rechazo o el borde de turno sí, hay que asumirlos siempre como parte del sistema. Aunque tú te deshagas en sonrisas y amabilidad siempre habrá público duro.
¡Gracias por tu testimonio no anónimo! Me estáis sorprendiendo mucho los que me escribís, os tenía por gente menos pringada, jajajajaja.
Ahora os quiero mucho más 🙂
¡Un abrazinoninooooo!
Aunque no te lo creas me he visto muy reflejado en los comportamientos que describes al principio del artículo, aunque eso sí, hace ya unos años de eso. Ahora he “crecido” bastante en ese sentido, ¡y lo que me alegro!
En mi caso creo que se trataba por un lado de una consecuencia de mi carácter introvertido y reservado, y por otro de mi costumbre de hacerlo todo por mí mismo, rechazando cualquier tipo de ayuda (y también el no saber pedirla, ni a quién hacerlo).
A buen seguro la falta de confianza en mí mismo también tuvo una gran influencia, por eso la receta de enfrentarse al peligro (y repetir, y repetir) me funcionó muy bien, pero siempre bajo la premisa de aceptar y asimilar los rechazos como parte del proceso, y enfocándome en los aciertos y sus beneficios como refuerzo.
Y qué decir de viajar y bloguear salvo que son dos sabias recomendaciones, para mentalidades abiertas y corazones predispuestos eso sí 🙂
¡Encantado me tienes señorinaanina!
Holis
en realidad no me pasa lo mismo pero tiene que ver… me encanta poder tener que preguntar algo y ver qué pasa … como suena su voz, como se explica de bien o de mal, como está de cansado/a de la vida, cuánto segundos tarda en salir de sus pensamientos, si consigue encenderme el cerebro o el corazón…
Te preguntaría que qué hora es, pero leerte ya es una aventura, alegre e inteligente.
¡Hola, Merce!
Qué alegría verte por aquí, ¡bienvenida! Y qué comentario más precioso, ¡por favor! ^^ Acabo de decidir que ese es el punto en el que me quiero situar.
¡Muchas gracias por una perspectiva tan luminosa! Por lo que respecta al tema del post y también por lo que respecta a mi persona 😀
¡Un abrazo muy grande!
Buenos consejos, yo también soy de los que pasé de no hablar a nadie a atreverme con cualquier cosa :D. Será cosa de los blogs? Igual lo mejor que hay es montarse tu propio blog 😛
Bueno, a lo de los viajes también le das, eh… Lo del blog no me cabe duda de que ayuda y mucho. Y no es lo mismo leerlos y comentar en ellos que tener uno, desde luego. Cuando consigues aportar valor y hay un buen trabajo detrás, la gente lo agradece mucho. Se trata de ver a todos los desconocidos como potenciales lectores de esos majos, jajaja.
Temo el día en que me llegue mi primer hater. ¿Tú has tenido alguno?
Por cierto, cuando dices cualquier cosa… ¿quieres decir cualquier cosa? 😀
Jajaj con este artículo es difícil no comentar. Es una de esas cosas que me cuesta y yo también tengo un blog y tengo que obligarme a contestar los comentarios y no lo hago con todos porque es algo que me aterra! Nunca sé que decir, especialmente a la gente que comenta cosas inteligentes o profundas…
¡Hola, Elena!
Qué bien que sigas por aquí 🙂 Si me permites mi opinión personal, creo que tienes suficiente labia y capacidad dialéctica para responder cualquier tipo de comentario (lo digo basándome en lo que he leído en tu blog). Por otra parte, a mí también me pasa un poco… Siempre tenemos miedo a decir alguna tontería o dejarnos en evidencia, pero eso parte de dos supuestos equivocados: que tenemos que saberlo todo y que errar es de palurdas… ¡Pues ni lo uno ni lo otro!
Te aconsejo (aunque no me gusta dar consejos sin que me los hayan pedido… quién lo diría con los posts que escribo, ¿eh?) que contestes siempre todos los comentarios. Yo alguna vez he dejado comentarios súper currados en otros blogs y me he sentido bastante decepcionada cuando en alguno no me han respondido (sólo me pasó una vez, en realidad). Al menos, dar las gracias es de ley cuando alguien está aportando más valor a lo escrito.
¡A por ello! ¡No hay dolor! 😀
Un abrazoooooo.