Comunicarse es casi como respirar: lo hacemos todos y cada uno de los días de nuestra vida, desde que nacemos. ¡Pero qué mal se nos da a veces! Nunca está de más mejorar tus habilidades comunicativas, pero cuando tienes que hablar en público se vuelve una auténtica necesidad.
En este post trataré de ponértelo más fácil y darte algunas claves imprescindibles, avaladas por señores muy listos, para ser un buen orador y evitarte tomatazos, ronquidos y caritas que te miran confusas.
Musas, ¡venid a mí!
Nuestro cerebro es un profesional altamente cualificado para las cosas del lenguaje, pero es frecuente que nos expresemos mal y cometamos errores.
Hay personas que hablan como cotorras, otras tienen conversaciones de besugos y otras, lengua de serpiente. También están las que hablan monótonamente para el cuello de la camisa frente a las que se han tragado un altavoz, o esas a las que parece que les cobran por palabra frente a las que tienen auténtica diarrea verbal.
Si el emisor se enrolla como una persiana, se lía más que Cospedal dando explicaciones en diferido o es más difícil de seguir que Antonio Ozores dando un discurso, el receptor no va a pasarse un siglo esperando para descifrar el mensaje. Así que deberías cuidar tus dotes como comunicador si no quieres que tus “víctimas”, casualmente, tengan mucha prisa y se marchen a mitad de tu intervención para no volver.
Cuando eres tú quien habla debes hacer como los aedos griegos, que además de memorizar poemas del tamaño de la Ilíada (yo no me acuerdo ni de la lista de la compra), cambiaban el guión sobre la marcha si no era del agrado del auditorio. Teniéndoles como referente este será tu primer mandamiento:
Observarás las reacciones del público y adaptarás el discurso en función de la información que extraigas de su actitud. Mírales, tenles en cuenta: si ves que no está funcionando tendrás que hacerlo diferente antes de perderles por completo. Por ejemplo:
– Vas MAL cuando miran al infinito, bostezan hasta dislocar la mandíbula, se limpian la roña de las uñas o sacan el móvil para mandarle a algún contacto del WhatsApp la carita que se duerme.
– Vas BIEN cuando te miran con atención, demuestran interés haciendo preguntas, toman notas o consiguen olvidarse durante un rato de la tiranía del smartphone.
¿Me se entiende u no?
Una vez aclarado esto, me gustaría rescatar cuatro reglas que te van a parecer muy obvias, pero me apuesto tu cabeza a que muchas veces las incumples así que… tan obvias no serán. La lista la elaboró un filósofo del lenguaje (halaaa, que friki), Paul Grice.
Estas son sus cuatro máximas que, a partir de hoy, serán tus cuatro mandamientos para hablar en público:
1. NO CUENTES MILONGAS: HONESTIDAD.
Es lo que Grice llama máxima de cualidad y se resume, básicamente en: “No mientas, bellaco. Di la verdad” y “No afirmes cosas de las que no tengas pruebas”.
Lo de no mentir está claro: si sabes que una persona miente más que habla ya no creerás nada de lo que te diga, aunque diga la verdad. Por ejemplo, si te hacen una pregunta y no sabes la respuesta, no mientas: nadie lo sabe todo. Pero una mentira al descubierto socavará tu imagen irreparablemente.
Por otra parte, cuando afirmas cosas de las que no tienes pruebas es como la lotería: hay una remota posibilidad de que te toque pero, por mucho que tengas la corazonada, nunca dicen tu número. Si no lo tienes claro, no lo digas. Lo que está en juego es tu credibilidad.
También es importante que seas coherente. Por ejemplo, si estás dando consejos para tener éxito en las relaciones pero las tuyas son un desastre, nadie va a confiar en ti. No aparentes ser lo que no eres: habla sobre las causas del fracaso, no des recetas para el éxito.
2. NI TELEGRÁFICO NI TESTAMENTARIO.
Esta es la máxima de cantidad y se resume en “Di lo justo sin quedarte corto” pero “tampoco te enrolles que me duermo”.
Osea, que hagas tu discurso tan informativo como sea necesario, ni más ni menos. Si te empiezas a perder en detallitos, matices y en dar datos y más datos, tu público va a perder el interés. Aún en el caso de que lo mantengan porque te tienen mucho aprecio o les puedes suspender, les va a costar seguirte. Pónselo fácil: abrevia.
Piensa que la capacidad de atención no se puede mantener indefinidamente y cuanto más alargues tu intervención, más posibilidades tienes de que vayan cayendo oyentes. Aunque no quieran.
Si por el contrario dices menos de lo que deberías, la información quedará incompleta, generarás dudas y facilitarás que haya malentendidos. También podría parecer que no tienes un conocimiento suficiente del tema o que das por sabidas cosas que no necesariamente tiene que conocer todo el público, lo cual es bastante poco considerado.
Además, ten en cuenta que a veces lo que omitimos tiene significado propio dentro del mensaje. Por ejemplo, si me preguntas “¿te apetece que nos veamos?” y yo omito la respuesta… ya te puedes imaginar, ¿no?
3. VETE AL GRANO: LA RELEVANCIA NO ES UNA MODALIDAD DEPORTIVA.
La máxima de relación es muy clara: “di cosas relevantes”. Osea, que no te andes por las ramas y te ocupes de lo importante.
Puedes introducir en el discurso tantos elementos como quieras siempre y cuando cumplan esta máxima: ejemplos, experiencias personales, opiniones… todo lo que enriquezca el contenido y lo haga llegar más fácilmente. Pero asegúrate siempre de que la conexión con la información principal está clara y aportas un valor añadido a lo que ya has dicho.
Si no es así, omítelo. La redundancia no es relevante a no ser que quieras hacer mucho hincapié en un aspecto determinante. Pero sin ser cansino, que como cojas fama ya no te la quitas de encima.
La atención del público es valiosa y limitada, no puedes permitirte perderla porque recuperarla después es mucho más difícil que ganártela desde el principio dando información relevante.
Lo que puedes permitirte es algún recurso retórico que, sin ser informativo o aclaratorio, te permita enganchar al oyente.
4. NO DIGAS COSAS RARAS: ADAPTA TU MENSAJE AL PÚBLICO.
La máxima de modalidad se refiere a la forma en que te expresas: “Sé claro”. No te pongas en plan Yoda oscurantista, evita las construcciones raras y los palabros excesivamente técnicos a no ser que estés ante un público iniciado.
Huye de la ambigüedad a no ser que tengas un especial interés en crear confusión. Y no olvides ser breve y ordenado: contar la peli mezclando todo en plan cacao maravillao funcionó en Memento, pero mejor que no lo tengas como referente.
Recuerda que no se trata de hacer alarde de todas las palabras decimonónicas que sabes, sino de que se te entienda. Utiliza un lenguaje preciso, sí, siempre y cuando eso no haga tu mensaje demasiado complicado.
Dedica un momento a conocer qué clase de público tienes, si la mayoría está o no iniciada en el tema y adapta el registro a tus oyentes. ¿Cómo? Preguntándoles, claro. Venga, que levante la mano quien tenga algún conocimiento sobre Filosofía del Lenguaje… ¿Nadie? ¿No? Bueno, pues empezamos desde el principio.
¿Y así voy a ser el centro de su universo?
Aún no. Recuerda que aunque hayas tenido todo esto en cuenta, construyendo maravillosamente el discurso, estarás debilitándolo si:
- Utilizas un tono de voz monótono, sin carga expresiva en la entonación.
- Juegas a la estatua: en vez de tener presencia parece que quieres ser invisible o que eres de madera, sin articulaciones ni nada.
- Te pones a leer sin levantar la vista.
En mi opinión estas son las tres peores, pero tengo muchas más. Del último curso al que asistí no me llevé prácticamente de nada. El contenido no ayudaba mucho pero es que el comunicador (por llamarlo de alguna forma) era el ejemplo de todo lo que no hay que hacer: monótono, sin sangre, insustancial, aburri… zzz…zzzz…zzzzz…
En fin, al menos aproveché algo el tiempo haciendo una lista de ideas sobre cómo captar y mantener la atención. Lista que usaré en un próximo post de esta serie. Eso sí, sobre cómo elaborar memorias para justificar proyectos financiados con subvenciones del ayuntamiento no aprendí mucho.
Todas estas indicaciones giran en torno a qué decir y cómo decirlo, pero dejan al margen la importantísima cuestión de la puesta en escena y cómo hacer de tu discurso, además de un medio de comunicación eficaz, algo memorable. Pero de esto nos encargaremos más adelante, dando un salto del área de la pragmática al campo de la retórica y la oratoria.
Ten en cuenta siempre al hablar en público que tu cuerpo, tu voz, tu actitud… tienen muchísimo peso, hasta el punto de que pueden llegar a transformar el mensaje. Inspirar confianza, emoción, derrochar carisma, adueñarte del espacio, dar fuerza expresiva a tus argumentos… Todo ello son piezas claves para el éxito comunicativo.
¡Hola, Arturo!
Muchas gracias y bienvenido. La verdad es que, aunque estoy muy contenta de haber caído entre los “Reservoir Bloggers” a veces pienso “madre mía, ¿pero qué hago yo aquí si me suena todo a chino?” 😀 Está claro que mis habilidades útiles discurren por otros derroteros, aunque entiendo que también son esenciales. Gracias por confiar en ellas ^^
Por lo que respecta al Gobierno, la respuesta es sí… De hecho esa es la única cosa en la que constituyen un buen ejemplo: en mostrar lo que NO debe hacerse, jajaja. (Me río, pero por dentro lloro).
Me he movido un poco por tu web y he comprobado satisfecha que puedo sacarle mucho partido, porque hablas de cosas que me resultan complejas de un modo sencillo. Se nota que tú sí cumples con las cuatro máximas.
Muchas gracias otra vez por venir hasta aquí y quedarte un rato conmigo.
¡Un abrazo!
Tus habilidades útiles son esenciales en todo proyecto. Muchos clientes se gastan el dinero en el desarrollo de la web, los plugins más molones, el especialista en SEO y luego descuidan por completo la comunicación, echando por tierra todo lo invertido.
Me alegro de que mi blog te pueda resultar útil, intento que todo el mundo me entienda, aunque a veces haya temas que no los entienda ni yo 😉
Un abrazo!
Excelente entrada Anina,
Te acabo de conocer a través de una “Reservoir Comunity” de Google+ y me ha encantado lo que he leído en tu blog.
En esta entrada mencionas a “La Cospe”, así que ¿Podemos llegar a la conclusión de que el Gobierno es un buen ejemplo de lo que no se debe hacer al hablar en público?
Porque para Rajoy no deben ser muy obvios los cuatro puntos que comentas… 😉
Un saludo y encantado de conocerte!
Mi experiencia en esto se define en: sé tú mismo/a, sé sincero/a y fija tú mirada en el universo pero ten un punto de referencia, una sonrisa, una mirada, y deja tú corazón en todo cuanto hagas, digas!
Qué bonito, Ana.
Eso es muy importante, la emoción: estar implicada con aquello que dices y lograr que esa emoción salga a través de tu voz y tu cuerpo.
A mi me gusta tratar de mirar a todo el mundo para que todo el mundo se sienta también implicad@ y partícipe, además de para estudiar las expresiones y tratar de actuar conforme a ellas. Pero claro, eso sólo puede hacerse si el auditorio es pequeñito. Si algún día tengo que dar un gran discurso para mucha gente, recordaré lo de mirar al universo…. 😀
Y si tengo que tener una sonrisa de referencia, ojalá sea la tuya.
¡Un abrazote!
¡Hola Anina!. Fantástico tu post. Me han encantado los cuatro mandamientos para hablar en público. Ojalá lo tuviesen presente y aplicasen la mayoría de docentes, seguro que habría mayor indice de aprobados en las aulas.
Me gusta mucho que, además, apuntes otras cuestiones que pueden empobrecer el mensaje del conferenciante.
Para intentar aportar algo a esta comunidad chula que estás empezando a crear, me gustaría recomendar una lectura relacionada con lo que mencionas en el último párrafo, sobre la importancia del cuerpo a la hora de transmitir el mensaje. Se trata de un libro que leí en COU, titulado “La comunicación No Verbal”, de Flora Davis. Hace mucho años que no lo reviso, pero en su día me gustó lo que contaba.
Enhorabuena por tu blog, es estupendo y ya mismo me suscribo a él porque me interesa mucho lo que cuentas y cómo lo cuentas. Cumples los cuatro mandamientos a la perfección 😉
¡Hola Gloria!
Qué maravilla contar contigo por aquí y con tus feedbacks siempre interesantes y positivos. Me alegro mucho de que lo hayas encontrado útil y acertado. Muchas de las cosas que he aprendido sobre estos temas las he descubierto como oyente,pero también como docente y conferenciante. Si mantener la atención con adultos predispuestos ya es complicado, cuando tratas con niñ@s el nivel de dificultad se dispara. Son un público altamente exigente y me han dado muchas ideas.
A veces flaqueo en algunos mandamientos, pero para eso está la autocrítica. Todo un invento.
Me apunto el libro y viniendo recomendado por ti no me cabe duda de que será una estupenda fuente de inspiración y aprendizaje. ¡Me lo pongo en la lista de tareas chachis!
Muchísimas gracias por el comentario, la suscripción, el tiempo que me has dedicado y las palabras de ánimo. Son el mejor regalo.
¡Un abazo enorme y recuerda que sigo esperando tu prometedor blog lleno de fotografías intensas y consejos para conseguirlas! 😀